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8 de julio de 2013

próximamente... "Desde el faro"


Quiero compartir con vosotros la portada de lo que será mi nuevo libro, donde incluiré mi anterior recopilatorio, algunas nuevas poesías y un relato breve llamado "Desde el faro". Aquí tenéis el primer capítulo de este pequeño relato que llevo escribiendo desde hace más de un año. Esta primera parte apareció un día y pretendía ser un relato corto pero la historia pedía un poco más de desarrollo. Finalmente ha perdido algunos personajes por el camino, quizá algún día vuelvan o quién sabe, a lo mejor han salido para ofrecernos más adelante otra historia pero estoy contenta con el cambio. No suelo publicar nada hasta que está totalmente terminado pero esta historia está deseando salir al cielo como su protagonista...


"Desde el faro"

1. La cala

Me encanta ver la playa desde aquí, sé que mi visión es privilegiada, a estas horas además no hay nadie, todo está en calma, no se escuchan los gritos de los niños jugando en la orilla ni la música que a veces traspasa los muros del pequeño bar que hay junto al mirador, ese desde el que me lanzan trozos de sabroso pescado fresco cuando me ven posarme sobre su terraza. ¿Qué más puedo pedir? Tengo mi pequeña cala, mi arena fina, que me encanta pisar cuando cae el sol y baja la marea regalándome algún que otro manjar... Mi felicidad como gaviota estaba cubierta, pero algo en mi interior se removió cuando una mañana un hermoso cormorán, que rondaba mi playa desde hacía días, se acercó a mí altivo.

- ¿De verdad te gusta ésto?

- Eso ni se pregunta, ¿no has visto la belleza de este paisaje?

- Pues sí, es bello. ¿Puedo quedarme?

- Nadie te lo prohibe

No me costó compartir mi playa con el cormorán, de hecho mi playa es mía pero su belleza es universal y no se puede poner coto a la belleza.
Durante meses disfrutamos del lugar, de sus sonidos, de su viento en invierno y de su sol sofocante en verano. De sus épocas de buena pesca y de los trozos de pan que afanábamos de las mesas de la terraza del bar.

Un mal día mi amigo el cormorán me habló de un lugar que había al otro lado de una inmensa roca que majestuosa se alzaba junto a mi preciosa playa:

- Es increíble, podemos disfrutar allí muchísimo más, no pasaremos hambre jamás. Sus aguas son limpias, hay arena para dar y tomar. Además, hay muchas más gaviotas

- No sé si quiero dejar mi playa

- Una gaviota con ambiciones debe ir tras la roca, no te vas a quedar así toda la vida, sola con tu bonita playa

- Y ¿por qué no?, ¿qué tiene de malo?

- Bueno, tú sabrás, yo desde luego iré muy pronto. Aquí soy feliz pero no sé, me falta algo. Te prometo que te acompañaré, seremos allí muy felices, estoy seguro

- Nunca he llegado a pasar del faro...

- Nunca es tarde para dar un paso más allá


Siempre he sido una gaviota solitaria y algo insegura de mi misma, pero el cormorán era mi amigo, si él se iba me volvería a quedar sola con mi playa pero ¿vendrían otros cormoranes? ¿y si cierran el bar y me muero de hambre? ¿y si al otro lado hay un inmenso paraíso mejor que éste?


- Está decidido, venga, voy contigo


Cuando llegamos al otro lado, a pocos kilómetros, vimos el enorme faro blanco, alzándose en lo alto de un saliente. Hicimos una pequeña parada entre las rocas, entre los dos nos hicimos con un par de peces y pudimos recuperar fuerzas. Mi mirada podía alcanzar todavía la cala, el mar brillaba, azul turquesa, no podré olvidar ese momento. El sol se reflejaba, era mediodía y hacía mucho calor. Pensé que no podría seguir, si alzaba el vuelo me caería allí mismo. Quería cerrar los ojos y que todo esto sólo fuera un sueño, una alucinación. Pero había prometido que iría más allá. Así que eché un pequeño vistazo de despedida a mi cala. ¡Hasta pronto!

- No te arrepentirás

- Eso espero

Pero sí, me arrepentí. Despegamos desde la base del faro y a pocos kilómetros lo que vi me dejó helada. Una infinita playa se extendía más allá de lo que mis pequeños ojos podían llegar a ver. El agua era azul oscuro, un azul que nada tenía que ver con el de mi cala, la arena casi no se veía de lo llena que estaba de gente. Había mucho ruido, la carretera que bordeaba la playa rebosaba camiones, coches, motos. Un humo negro convertía el paisaje en gris. Me posé en la cornisa del edificio más alto que encontré para intentar volver a esa soledad que tanto añoraba y allí me quedé durante horas. El cormorán siguió camino, ni siquiera volvió atrás para buscarme y si lo hizo yo no lo vi. Y lo agradecí, no quería seguir, me quedé inmóvil y muerta de miedo, llena de pena.

¿Por qué le haría caso? ¿por qué dejé mi hermosa cala? Quiero volver, pero ¿podré? Estuve muchos días sin comer, me daba miedo bajar del tejado y nadie me daba comida, sólo recibía escobazos de la dueña del ático donde estuve "escondida" esos interminables días.



Portada y texto © Emma Cuadrado

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